Septiembre siempre ha sido un mes de cambios para mí. Tal vez porque marca el final de un ciclo y el inicio de otro — no solo en el calendario, sino también en la forma en que mi vida, mi práctica creativa y mi día a día se reacomodan. Este año no fue la excepción: después de varios meses en México, regresé a Nueva Zelanda con la maleta llena de recuerdos, ideas nuevas y, sobre todo, con el deseo de que esta transición fuera lo más fluida posible.
No es la primera vez que atravieso este tipo de cambio. Como migrante y artista, mi vida ha estado marcada por estos movimientos entre países, estaciones, rutinas y proyectos. Con el tiempo he aprendido que no se trata de evitar el desajuste que inevitablemente ocurre al volver, sino de crear sistemas y hábitos que me ayuden a navegarlo con más conciencia y menos resistencia.
Una de las herramientas que más me ha ayudado en este proceso es el método de The Artist’s Way de Julia Cameron, en particular las morning pages. Escribir cada mañana se ha vuelto un ritual que me permite vaciar la mente, procesar emociones y establecer prioridades antes de que empiece el día. A veces son simples desahogos; otras, se convierten en mapas para entender en qué punto estoy y hacia dónde quiero ir.
Este mes, por ejemplo, muchas de esas páginas giraron en torno al equilibrio. Tengo objetivos concretos —como volver al flujo y balance de proyectos creativos y de trabajo, aplicar a trabajos que mejor se apeguen con mis valores e intereses personales, pero lo más importante era no sacrificar mi estabilidad mental, física y emocional por perseguir metas externas. Después de todo, la creatividad florece cuando hay espacio para respirar.
También he pensado mucho en cómo las estaciones afectan nuestro ritmo. Aquí en Nueva Zelanda, la transición del verano al otoño o del invierno a la primavera es más que un simple cambio climático: influye directamente en el flujo de trabajo, el estado de ánimo y la motivación. He aprendido a aceptar que mi energía no será la misma en todas las etapas del año, y que está bien ajustar mis expectativas en lugar de exigirme productividad constante.
En la práctica, este septiembre se trató de construir bases sólidas: mudarnos a un nuevo apartamento, organizar el espacio para que sea acogedor y funcional, reencontrarme con mis proyectos creativos, retomar el contacto con clientes y colegas, y dejar espacio para nuevas oportunidades. También fue un mes para escuchar a mi cuerpo, que pedía descanso después de un año intenso.
Si tú también has vivido o estás por vivir una transición —ya sea mudarte de país, cambiar de trabajo o simplemente entrar en una nueva temporada de tu vida—, mi consejo es este: sé paciente contigo mismo. No todo tiene que suceder al mismo tiempo. Establece prioridades realistas, crea pequeños rituales que te sostengan, y recuerda que la creatividad es un proceso que necesita tiempo y cuidado.
Septiembre fue, para mí, el mes de sembrar nuevas raíces. Octubre, espero, será el mes de verlas crecer.
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